EL LUCERO Y LA ESTRELLA
Re: El lucero y la estrella.
Había en el universo un pequeño e insignificante lucero de color naranja que poco a poco se iba convirtiendo en una estrella gigante roja, lo cual significaba que posteriormente se iría apagando. Las cosas tienden a eso: un día cobras conciencia de que existes, y en menos de lo que te des cuenta (en el caso de las estrellas unos cuantos miles de millones de años) la vida se empieza a acabar, y te niegas a aceptarlo. Crees que tienes la vida a tus pies y el universo en tus manos; y el tiempo atado a tu muñeca. Pues este astro que pensaba de esta forma, se fue a fijar en una de esas hermosas estrellas que brillan como si no hubiera mañana, con ese color tan característico que hace que te enamores de ellas, de todas ellas.
Habían estado toda la vida el uno frente a la otra, a unos 25 ó 30 años luz de distancia, sin comunicarse, sin prestarse atención la una a el otro (algo inusitado, si consideramos que la luz recorre nueve billones de kilómetros en un año…); pero de pronto las cosas cambiaron: este lucerito un día reparó en el brillo de la más brillante de las estrellas (según él, brillaba tanto como Sirio; diría como Venus, pero no es estrella) que había de este lado de la galaxia. Bueno, no cambiaron tanto, solo a medias, porque este grupúsculo de brillantes astros seguían tintineando como si nada en este universo o cualquier otro les importara. Todas ellas (en total 4) sentían que las demás estrellas, galaxias y hasta el polvo estelar existían para servirles, por lo que ninguna de ellas, ni mucho menos la más brillante; se iban a fijar en un pobre lucerito venido a menos.
Pero como éste es un cuento con una trama lejana a la realidad, como la mayoría de los cuentos, sucede que el lucero no se dio por vencido, se estableció como meta obtener la atención de ésa luminaria refulgente, aunque se apagara en el intento. Entonces empezó a emitir radiación… y nada, ni siquiera las estrellas que estaban a unos cuantos años luz volteaban a identificar al lucero que se empezaba a calentar. Siguió emitiendo radiación: rayos X, rayos gama, su temperatura se empezó a incrementar (pobres de los planetas que orbitaban a su alrededor) y la altura de sus erupciones aumentó, entonces de un momento a otro cambió: empezó a pulsar; sí, aunque no lo creas (bueno, ni el mismo lucero se lo creía) se estaba comportando de una manera que no le correspondía, de una forma en que nunca lo había hecho; parecía una de esas torretas de color azul y rojo en la parte alta de las patrullas que se prenden y se apagan. Entonces los científicos de el lado derecho del universo (porque has de saber que de ese lado están más desarrollados tecnológicamente que de nuestro lado), casi todos, empezaron a notar a este pequeño, en un principio, lucero y a su inusual comportamiento. Las empresas transgalaxiales de viajes iniciaron tours para conocer al astro de extraño comportamiento, Todos los días a todas horas salían de cualquier parte (del lado derecho del universo) oleadas y oleadas de naves interespaciales llenas de curiosos y científicos que se acercaban lo más que podían a ese pequeño lucero que de un momento a otro quiso llamar la atención… y lo estaba logrando. Pero la pálida estrella seguía sin siquiera notar que repentinamente el flujo de naves que pasaba frente a ella, de un momento a otro se incrementó, tal vez notó que desde hacía un tiempo las naves que frecuentemente llevaban turistas a admirarla habían disminuido en cantidad, eso era habitual en la época en que sucedía el paso del cometa vomis-A por ahí, pero no reparaba en que eso había sucedido hace 46 años y que faltaban otros 117 años para que volviera a suceder…
El pobre lucero, después de emitir radiación de todos los sabores y colores, de dar vueltas apuntando hacia un solo lado como faro, de aumentar de diámetro y achicharrar a unos cuantos planetas, etc., etc., etc., lo había conseguido todo, pero no lo que él realmente deseaba, la atención de ésa altanera luminaria, ésa en particular: la que no creía que el resto del universo se merecía su existencia, la que pensaba que cuando la luz de las otras estrellas apuntaban hacia algún lugar en particular, ése lugar debería ser en el que se encuentra ella, ésa que se creía una de las pléyades y que a pesar de ser la más bonita de sus hermanas, no se daba cuenta de que hay un millón de estrellas aún más hermosas que ella (aunque tal vez ninguna como ella) y si se daba cuenta, era solo para morirse de la envidia, aunque por lo general solo reparaba en las que eran más feas y les demostraba su desprecio por no brillar en la forma en la que ella lo hacía, ella creía que les hacía un favor a sus galaxias y estrellas vecinas por residir en el lugar en el que residía, sin aceptar que el lugar que ocupa cada cuerpo celeste ha sido asignado y solo se le puede mover cuando un hoyo negro se lleva hasta el último vestigio de nuestra existencia…
Las reservas de hidrógeno del pequeño, cada vez más pequeño lucero, se empezaron a agotar. Entonces lo científicos que han pasado años estudiando a los astros empezaron a alejarse de esa cuerpo de tan raro comportamiento e invitaron a los turistas a que también hicieran lo mismo, porque temían que algo aún más inusual sucediera. El pequeño lucerito (a propósito ¿cómo te gustaría que se llamara?) se empezó a consumir en apariencia y se empezó a apagar en un proceso que a las otras estrellas les toma varios ciento de miles de años terrestres, pero a este en particular le estaba tomando meses… terrestres. Poco a poco las naves se empezaron a alejar y el perímetro estaba quedándose vacío aumentando la pena y depresión de nuestro pequeño amigo (esto último hasta a mí me dio risa) nuevamente hubo un cambio en él, pero esta vez iba a ser como el canto del cisne: por última vez repitió toda la parafernalia de la que había echado mano para llamar la atención por última vez de esa altanera estrella: engordó, adelgazó giró como un trompo, emitió radiaciones y ruidos de lo más extraños… aunque estaba cayendo en la cuenta de que realmente no valía la pena (para llegar a este punto, creo que realmente pasó mucho tiempo).
Entonces, de un momento a otro, cada uno de los átomos de su interior, se liberaron de sus ataduras en una reacción en cadena que se asemeja a cuando tiras una bolsa de pelotas de golf en un cuarto lleno de trampas de ratones. Todas y cada una de sus moléculas se desprendieron de su esencia y se volvieron energía en una explosión semejante a la de una bomba atómica, pero multiplicado por una cantidad con más de seis ceros, desprendiendo el brillo más espectacular que te puedas imaginar, un brillo que supera en intensidad y temperatura a todo lo conocido, una cantidad de energía equivalente a la que desprende el sol en cinco mil años en un santiamén, un espectáculo que no sucede muy a menudo (eso era lo que todos los científicos del lado derecho del universo estaban temiendo que sobreviniera) y que algunos turistas por no perdérselo, perecieron en las llamas de la explosión; todo esto en un grito de desesperación al reparar en el destino que le esperaba, toda una eternidad de soledad y tristeza: toda la vida de una estrella.
Fue entonces cuando la estrella por fin se dio la vuelta (si tal cosa es posible) hacia el punto en el que la supernova más resplandeciente de todo el universo brillaba, en ese lugar en el que todos los telescopios apuntaban, para no perderse de ése fenómeno en el que se había convertido el pequeño e insignificante lucero. Pero todos sabemos que la vida de una supernova es como la carrera de los artistas que salen de los “reality shows”: solo los notas mientras los ves. Pero por fin se había alcanzado la meta del lucero: la estrella, o debo decir medio universo estaba atento al lugar que ocupaba ese brillante fenómeno bautizado como supernova aunque solo le importara la atención de ella.
Cuando poco a poco todo se fue calmando el pequeño lucero blanco ya no lo era más. Ahora parecía un cangrejo aplastado en medio de una carretera (con un poco de imaginación); la estrella le pudo por fin hablar y decirle que había conseguido darse cuenta de que él había estado ahí desde hacía mucho tiempo, pero que las circunstancias no les permitieron un acercamiento. La edad del lucero superaba por mucho a la de la joven estrella y le recordó muchas cosas acerca de lo que recordaba de ella: el brillo particular que tenía el polvo interestelar del que nació, el escándalo parecido al tartamudeo de coche que es encendido por las mañanas en frío que acompañó a la condensación de al que finalmente surgió esa preciosa estrella, la temperatura precisa que hacía que tuviera ese brillo en particular… y a pesar de que ella reconoció que lo había notado desde hace tiempo atrás, no tenía mucho… bueno, realmente no tenía nada que decir de él.
Hay que reconocer que, a pesar de que las estrellas se pueden comunicar las unas con las otras, la distancia que las separa es enorme, y por eso la comunicación se da de manera muy difícil. Y eso es lo que el lucero quería creer que pasó entre ellos dos. La distancia y la falta de tiempo es lo que terminó con la relación… o tal vez no. Lo que realmente sucedió, es que en el proceso de llamar la atención de la estrella, el lucero consumió todas sus energías y no le quedó nada para cuando por fin obtuvo la atención de su ser querido. Y eso fue lo que pasó.
¿Fin?
Bueno, mejor no fin; ¿que pasó con los dos? Ella sigue brillando y tal vez sintiéndose el centro de la atención, y él poco a poco, cada vez con menos energías, se ha estado apagando a tal grado que ahora se confunde con el negro lienzo en el que están adheridos los cuerpos celestes, y guarda la esperanza de que algún día sea lo suficientemente fuerte como para arrastrar todo lo que le rodea y absorberlo como una aspiradora gigante y de paso tener las fuerzas suficientes como para llevarse a ésa pléyade a su lado.
Para siempre.
Autor : BENSOL
Visto : http://www.comunidadp2p.net/showthread.php?10345-El-lucero-y-la-estrella.
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